- En cierta ocasión, esto sería
en 1980, comenté con mi agente y editor que me gustaría
hacer una historieta a todo color, al óleo, como yo
hacía las portadas. A pesar de que yo no había
hecho nunca cómic (aparte de algunas historias cómicas
para mí propio disfrute), mi agente me tomó
la palabra y me dio carta blanca.

Mi idea era experimentar en un tema corto, para llenar la
sección de color de la revista Cimoc un par de números. Era
cuestión de hacer algo muy gráfico, con poco texto y un final
con chispa: una batalla aérea de la segunda guerra mundial,
pero con dragones, podía ser interesante. Al personaje central
no quería ponerle nombre y acabé llamándole por su profesión,
"el Mercenario", que resumía bien las características
del personaje. El escenario debía justificar la presencia
de dragones voladores y se me ocurrió la idea de un valle
aislado por una capa de nubes permanentes. Mi intención era
que todo tuviera cierta lógica, contando con la complicidad
del lector. Así fue como realicé una muestra de siete páginas
que mi agente se llevó a la Feria de Bolonia. Volvió tan entusiamado
que no tuve más remedio que rehacer el guión y encadenar una
aventura de 47 páginas.

En El Mercenario vierto mi forma de ver el cómic. Para mí,
es mi opinión particular, el cómic es una película gráfica.
El aficionado ya sabe que las historietas tienen un guión
idéntico al de las películas y la realización se basa también
en los principios del cine: planos generales, cortos, picados,
etc. Muchos directores de cine se plantean la película en
forma de cómic, por eso no es descabellado plantear un cómic
como una película impresa. Por otro lado, me molestan las
composiciones complicadas que dificultan la lectura y los
textos con pretensiones filosóficas. Me gusta la fluidez y
el ambiente realista que permita meterte en la escena.
No pretendo hacer una historia complicada, con textos espesos.
Además de no estar preparado para ello, creo que mi historieta
está hecha fundamentalmente para verla y para recrearse un
poco en ella. Me gustaría conseguir que el lector se identificara
con el Mercenario, que se metiera en la historia. En algunos
momentos siento, al hacerla, que me falta la música y los
efectos especiales. Cuánto me hubiera gustado hacer sentir
a lector el silbido del aire o un gran chasquido musical cuando
el Mercenario descubre un nuevo mundo bajo la capa de nubes.
A medida que iba pintando la historieta, así lo sentía yo.
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